A continuación os dejamos las palabras de un Hermano "Colorao" que no pudo asistir a la VI Edición del Nazareno de Plata 2021, se trata de nuestro amigo y hermano D. Adolfo Becerra Sanroma (licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Barcelona) (PREGONERO SEMANA SANTA DAIMIEL 2009).
"Hace poco más de dos años, una especie de peste moderna desencadenaba una tragedia que aún padecemos. De forma cruel se llevó familiares, amigos, compañeros y vecinos, en la más absoluta soledad y sin una palabra de consuelo. Nos encerró en casa, arruinó familias y nos ha robado el tiempo y la compañía de familiares y amigos, privándonos de todo tipo de actividad pública, civil o religiosa, incluida la Semana Santa.
Ante el tamaño de la tragedia y las muy dudosas perspectivas de futuro, tal vez sería el momento de plantearse una reflexión seria y profunda de cómo se debería afrontar el presente inmediato y el futuro de nuestra Semana Santa. Tal vez sea el tiempo de analizar la necesidad de reformas, de adecuar tecnologías actuales a los cambios que afectan a hermandades y cofradía. La pregunta a resolver es ¿qué Semana Santa queremos dejar a nuestros hijos y nietos?
Yo creo que lo especial de nuestra Semana Santa está en nuestro interior. El pueblo, nuestro pueblo, es el protagonista, toma la calle y proclama sus señas de identidad. Ahora que tanto se habla de identidades yo creo que la Semana Santa es nuestro hecho diferencial. Son celebraciones y procesiones que hacen brotar la emoción, el sentimiento, el perdón, la bondad, la esperanza, la primavera de una nueva vida. Durante unas horas, unos días, todos nos sentimos identificados con el personaje de Jesús. Desaparecen las diferencias, las clases sociales y las ideologías.
Pero, para hablar de la Semana Santa, hay que hacerlo desde la fe. Una fe que es común a todos los cofrades. La fe en ese Dios que se encarnó hombre y sufrió y murió por nosotros, la fe en el que resucitó al tercer día. Sin ella, glosar la Semana Santa podrá ser profunda reflexión filosófica o bello lirismo, pero se quedará en el ámbito de lo intrascendente, de lo artificial, casi de lo vano. Sí, creo sinceramente que se necesita la fe para comprender, interpretar e intentar, humildemente, expresar nuestra Semana Santa.
Esa fe que se mantuvo incólume en las casas de Daimiel mientras eran arrasados personas, templos, conventos, imágenes. Esa fe que rebrotó en un rio de amor y permitió recuperar hermandades y cofradías para hacer posible de nuevo la Semana Santa de Daimiel.
La Semana Santa de mi niñez era pequeña en cofrades y pasos, pero grandiosa en ilusión, trabajo y esfuerzo por recuperarla. La recuperación de las procesiones hizo posible la celebración plena de la Semana Santa como la sienten los daimieleños, aunque es fácil comprender que el sentimiento predominante en aquellas primeras procesiones era el dolor por el recuerdo que los muchos hermanos cofrades que faltaban para siempre.
Las procesiones son auténticas manifestaciones litúrgicas ajustadas a la realidad histórica. Salen en los días y con los grupos representativos de las escenas de la Pasión, que en aquélla se conmemora. Son el aglutinante de la cofradía, el alimento de la cofradía.
Son el aire que respira el nazareno, el fuego que alimenta el amor del cofrade, la vivencia de la túnica que ennoblece, al tiempo que iguala, a hombres y mujeres, que lleva a rezar juntos, a caminar juntos, a compartir el silencio juntos y a compartir el Amor a Dios y el Amor al Prójimo.
Son la puerta de entrada de los niños en las cofradías, la primera fuente en la que beber el sentimiento cofrade, el impulso vital en el amor a la Semana Santa.
Pienso, es una opinión personal, que sin las procesiones y lo que ello representa, la pervivencia de hermandades y cofradías sería muy difícil y pondría en serio riesgo la celebración de la Semana Santa tal y como la conocemos hoy.
El transcurrir de la Semana Santa de Daimiel es el resultado de la fe, el amor, la pasión, la entrega, el trabajo, la ilusión de los hombres y mujeres que integran sus cofradías. Un día se produjo un avance muy importante. La mujer se puso la túnica de su cofradía como símbolo de nazareno, como fruto de su esfuerzo y sacrificio por la Semana Santa de su pueblo. Como símbolo de igualdad con sus hermanos cofrades. Ese día, la Semana Santa de Daimiel creció en sus procesiones. Creció en grandeza porque la fe de cada cofrade es una gota en el rio del amor y la pasión que alimenta nuestra Semana Santa.
Y es, desde esa fe, como ha pasado por generaciones de daimieleños hasta llegar hasta nosotros.
Hoy, la Tertulia Cofrade Cíngulo, unos daimieleños que aman la Semana Santa, entregan a Joaquín Martín de Consuegra y Pozuelo, el Nazareno de Plata, en reconocimiento al amor, la pasión, la entrega, el trabajo y la ilusión puestos al servicio de su cofradía y a su Semana Santa.
En este momento de justo reconocimiento de tu buen hacer, si quiero expresar el orgullo de tener tu amistad y el agradecimiento infinito como hermano cofrade por tu labor en la Cofradía y en la Semana Santa.
Soy uno de los muchos miles de daimieleños que construyeron su vida lejos pueblo. Pero nunca nos fuimos del todo. En Daimiel se quedó un trozo de nuestra alma porque aquí estaba la madre que nos dio el ser, la madre tierra en la que están nuestras raíces y la Madre de las Cruces en la que está nuestra fe y nuestro refugio.
Para acabar, quiero mostrar mi agradecimiento a todos los hombres y mujeres que aman y trabajan desinteresadamente por la Semana Santa de Daimiel.
Y tú, Joaquín, permíteme que repita aquí las líneas escritas el año 2009 en una dedicatoria a la Cofradía de los Coloraos
A mis hermanas y hermanos coloraos que descansan en la paz del Señor. De ellos heredamos la fe en ese Dios que se encarnó hombre y sufrió y murió por nosotros, la fe en el que resucitó al tercer día y la fe en el Santísimo Cristo de la Columna y María Santísima de la Amargura. De ellos recibimos su inamovible sentido religioso, que ha vencido el paso de los siglos, de los cismas y de las guerras manteniéndose incólume; y han creado una historia y una tradición de la que nos sentimos orgullosos.
A mis hermanas y hermanos coloraos que desde su trabajo, ilusión, abnegación y sacrificio hacen posible el vivir diario de la cofradía, consiguiendo que cada día sea un poquito más grande y un poquito mejor.
A mis hermanos y hermanos coloraos niñas y niños que, desde el amanecer de sus vidas, desde su inocencia y su pureza, son la mejor garantía del futuro de la Cofradía.
Adolfo Becerra Sanroma
Un colorao
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